“Dando por sentado que no existe institución más antigua que la de educar, puede asegurarse también que no hay novedad más vieja que la de la Escuela Nueva.”
Lourenço Fllho (1926:15)
En todas las épocas hay una tentación irresistible a designar sus hallazgos como “nuevos” último e innovador. Y aunque cada época se caracteriza por algo propio y novedoso, en este momento me siento en un Deja Vu constante, e imbuida en un ciclo repetido de la historia, como si ya hubiera experimentado esta situación. Me refiero, al sentir que estoy re-viviendo el movimiento de la escuela nueva o escuela activa.
El movimiento de la “escuela nueva”, también denominada escuela activa (finales del siglo XIX-principios del XX) estaba asociada a la reflexión sobre cómo evolucionar hacia un futuro mejor.
Los pensadores del 98 buscaban una “enseñanza nueva”, una “escuela nueva”, una “España nueva”.
En general, se entendía que la posibilidad de transformación vendría a través de la educación y la «europeización», ya que en España el adjetivo “nuevo” pronto se conectaría intelectual y afectivamente con esta corriente pedagógica internacional.
Hoy día, una nueva situación, no deseada y un tanto deprimente, centra la Innovación Educativa como símbolo de cambio hacia un futuro social más ilusionante, un momento verdaderamente transformador marcada por unas directrices europeas.
Dejamos a un lado el adjetivo de “nuevo y activo” para pasar a hablar de “Competencias” “aprendizaje cooperativo” “escuela inclusiva” “liderazgo horizontal” “autogestión” “escuela que aprende”, etc. Desde mi punto de vista, un reclamo al mismo ideario de aquél movimiento, en otra época, con otro contexto y otras características.
Desde la primera escuela activa creada en 1889 por el Dr. Reddie en AbbotSholme (Inglaterra) y, extendida primeramente a Alemania, Francia, Suiza, Italia, Bélgica, al resto de Europa, e incluso, paralelamente, a EEUU, se trató de unificar un ideario y filosofía pedagógica que culminó con la creación de la “Liga Internacional de la Escuela Nueva” en 1921.
La liga estableció siete principios y se propuso introducir en las escuelas su ideal y sus métodos educativos, establecer una cooperación más íntima entre los educadores mediante congresos y a través de Revistas de pedagogía.
Mayor interés todavía tiene los treinta principios de la “Oficina Internacional de las Escuelas Nuevas“ o de Ferriére, su fundador y responsable, cuya finalidad era establecer relaciones de ayuda mutua científica entre las diferentes escuelas nuevas, centralizar los documentos que les conciernen y aprovechar el valor de las experiencias psicológicas hechas en estos laboratorios de pedagogía del porvenir.
Principios como “Individualidad, Intereses del niño, Coeducación, Cooperación, escuelas prácticas-como laboratorios, cultivo del juicio y la razón (pensamiento crítico), etc” son algunos de los que aparecen en ambos documentos, y que podéis leer en este otro documento que os dejo abajo, para evitar extenderme en exceso.
Os sorprenderán las enormes similitudes que hoy, año 2014, un siglo después, todavía seguimos promoviendo,reclamando y divulgando como Innovación Educativa. Os dejamos una síntesis (elaborado hace unos años) de aquel ideario por si fuera de vuestro interés rescatar alguno y adaptarlo a nuestro contexto actual.

Podéis leer el artículo completo en Revista e-innova de la UCM.