Son numerosas las investigaciones que abogan por un aprendizaje participativo, implicando e los diferentes agentes de la comunidad educativa.
La implicación por un lado, y el proceso de enseñanza-aprendizaje, deben permitir la creación de un saber común con un liderazgo transformacional (Mayo y Lank, 2002; Leithwood, 2006).
La participación de los padres en las escuelas y las relaciones con la familias son un derecho y un deber. Es una tarea que acarrea co-responsabilidad (escuela-padres). Las áreas que parecen más relevantes para llevar a cabo estos procesos participativos tiene que ver con la dinámica comunicativa establecida, las relaciones con la escuela, colaboración mutua docentes-padres, y como apoyo logístico y formativo que se ofrece a las familias.
Las escuelas de padres en los centros docentes han ido adquiriendo gran auge desde los últimos años, y están muy implementadas. Lo innovador en la actualidad, no es tanto su incorporación sino el método con el que se desarrolla.
La innovación educativa apuesta por redefinir las competencias docentes y discentes en sus centros (Medina y cols. 2009) por lo que los métodos didácticos se están orientando al desarrollo integral del alumno y al fomento de competencias, y como decíamos al inicio, se construye un conocimiento común gracias a la participación activa.
En la enseñanza tradicional un profesional ofrece una conferencia (enseña) sobre un tema establecido en un programa general, y los padres escuchan (aprenden) para pasar después a una ronda de preguntas.
En nuestras escuelas de padres el saber se constituye a través de los propios participantes. Este modelo donde se suprime este rol crea necesariamente ansiedad, debido al cambio y abandono de una estereotipia de conducta. Es ahí donde dará comienzo el proceso creativo y transformador, y dará lugar al conocimiento y el empoderamiento de las familias en la educación de sus hijos.