Si tuviera que buscar un órgano en el cuerpo humano con una función similar a la que realizan las asambleas en la convivencia, claramente elegiría el corazón. ¿Por qué? porque creemos que desde una asamblea, bien utilizada, puede facilitar que los menores se expresen e interaccionen con los otros. Ya hace algún tiempo John Dewey decía:
Este preguntar a los otros qué desearían, qué necesitan, cuáles son sus ideas constituye una parte fundamental de la idea democrática. Por muy ignorante que sea una persona, hay algo que sabe mejor que nadie: donde le aprieta el zapato. Y puesto que es el individuo quien conoce sus propios males, la democracia consiste en que cada individuo debe ser preguntado de forma activa y no pasiva, haciéndole participar realmente del proceso de autoridad y control social” (Dewey, 1927, p. 43).
En la asamblea se puede aprender a vivir en democracia; opinando, dialogando y llegando a consensos sobre las diferencias. Se puede aprender a cooperar mediante la ayuda que nos ofrecemos y los intercambios que realizamos. Se puede aprender a ser solidario, a través de la ayuda a quien lo necesita. Pueden aprender a respetar a los otros y sus derechos, también a valorar las normas y su sentido.
En este sentido, la catedrática Maria Jose Diaz-Aguado expone lo siguiente[1]:
para mejorar la convivencia educativa y prevenir la violencia es preciso enseñar a resolver conflictos (incluidos los relacionados con procedimientos de disciplina) de forma constructiva (pensando, dialogando, negociando, a través de la mediación, de la colaboración…); y creando contextos normalizados, como las asambleas de aula”
Pero para ello, necesitan dejarles hablar, dejar que se equivoquen, incentivar a que lleguen a sus propias conclusiones a pesar de que en ocasiones podamos pensar que tenemos soluciones más certeras), solamente debemos estar atentos a que se respeten, a que toleren las opiniones contradictorias, a que participen y a que recogan los acuerdos y los firmen, con la finalidad de que puedan comprobar si han actuado consecuentemente o no.
Con esto creemos se favorece que los menores tengan un espacio estructurado donde puedan hablar y compartir con sus compañeros la gestión de su escuela, y para que confíen en que son escuchados y sus peticiones llegan al profesorado. Igual que nuestro corazón, recoge, centraliza el riego sanguíneo y lo distribuye.
Pero reducir esta participación a simples preguntas formuladas de forma aleatoria, lo haría perder parte del sentido que tienen estos espacios, para ello el profesor junto a sus alumnos diseña la estructura de la misma. Nosotros realizamos la siguiente propuesta;
- Repaso de las peticiones de la anterior semana.
- Cambios y actividades de la semana actual.
- Sobre el contenido de actividades
- Estado actual, revisión y creación de nuevas normas si fuese necesario.
- Acerca de las normas. Revisión.
- Los conflictos que han sucedido, soluciones y propuestas.
- Propuestas de talleres, actividades, otras.
- Quejas y agradecimientos.
Jesús de Juan Alcacera.
Responsable de convivencia.
Pedagogía para el éxito.
[1] http://ntic.educacion.es/w3//recursos2/convivencia_escolar/4_ayuda.htm